Adapted by TC Rindfleisch from the Colección Obras Maestras edition of Doña Bárbara (2007).
Segunda Parte
Capítulo I. Un acontecimiento insólito
Sinopsis
Santos Luzardo ya sabe que sólo tiene una verdad que esgrimir, presentarse en la Jefatura Civil y formular la debida denuncia, tanto de doña Bárbara como del extranjero Danger. Así lo hace con algunas observaciones, por parte de Antonio, sobre el coronel o general – ambos títulos que se agencia el hombre, para así no tener que demostrar que es don Ño Pernalete.
Cuando llega a la cabecera del Distrito se encuentra que el secretario del Jefe Civil y Santos estudiaron hace años juntos en la universidad de Caracas. Éste arguye el plan de citar a Bárbara y Danger sin que lo sepa el general que está fuera de la ciudad. Los cita pero cuando se presentan ya Ño Pernalete ha vuelto de su viaje y delante mismo de los dos citados le echa al secretario una reprimenda de cuidado. Manda a buscar a Santos Luzardo.
Los cinco juntos en el despacho del Jefe Civil, éste empieza por decirle, sin contestar su saludo a Santos, que allí están las dos personas que quieren conocer sus quejas. Pide excusas a Bárbara por empezar por Danger, no sin darse cuenta que éste y Ño Pernalete se hacían guiños de complicidad y que se habían hablado mientras Mujiquita lo había ido a buscar a la posada:
– Es el caso que el señor Danger tiene en sus corrales reses marcadas con su hierro, pero que sin embargo, llevan las señales de Altamira.
– ¿Y eso que quiere decir?
– Que no le pertenecen. Simplemente.
Y le hace exponer al coronel que la ley está bien clara para su condición de hombre que remarca el ganado, las leyes son bien patentes. Ha de levantar él, y a su exclusiva cuenta, el muro. Una vez resuelto este problema se dirige, con todos los designios en contra de él porque Ño Pernalete no ve nada clara su postura, contra doña Bárbara. Expone que ha solicitado a la bribona de Bárbara que le dé trabajo en sus terrenos y que la ley de Llano la obliga a dárselo. Ella confirma su posición y entonces el general le dice a Mujiquita que traiga la ley. Con ella en la mano el general dice a doña Bárbara:
– La ley soberana dice, efectivamente y es terminante…
Le da la razón a Santos pero ella se niega. Aquel se levanta, se despide de todos y dice al general Jefe Civil: Como que la señora y el señor Danger no se avienen a tratos dentro de ocho días los demandaré ante un tribunal.
Y se termina la tarde con unas palabras de Ño Pernalete:
¡Eso no se queda así! Alguno va a pagar la altanería del doctorcito ese. ¡Venir a hablarme a mí de leyes!
Comentario
Se van complicando las cosas y se vislumbran luchas del poder mal entendido contra la propia justicia. A Ño Pernalete ya se le ha entendido todo, y más cuando le da, una vez salido Santos de la Jefatura, en decirles cómo han de resolver el problema de la cerca y del paso por sus tierras. Quedan en la posada a tomar unos alcoholes y la promesa por ambas partes de hacerle entrega de unos obsequios por los buenos consejos dados por el general.
Capítulo II. Los amansadores
Sinopsis
Carmelito ha amansado una potranca blanca y madura pero de gran belleza y prestancia. Con gran delicadeza y mientras se está dedicando a este trabajo, Santos Luzardo le pide que se la venda, cosa a la que él se niega. Pero nada le hace perder la fe en conseguir que el caballo vaya cogiendo cariño a su domesticación.
Cuando ya tiene su trabajo terminado se la quiere regalar a Marisela. Lo hace con gran aparatosidad y a Santos no le gusta demasiado ya que cree que la muchacha le pertenece en cuerpo y espíritu.
Santos sale con la bella muchacha que está haciendo grandes progresos en aprender a comportarse en sociedad, así como su padre que tiene controlado su alcohol. Como la hija hace avances considerables también para irse incorporando a la vida normal de Altamira, quiere acompañarlos Carmelito y le pide permiso para hacerlo a Luzardo. Éste lo acepta por consideración al trabajo realizado de amansamiento de Catira, así ha bautizado al caballo, pero no sin ciertas reticencias sobre todo cuando le dice el peón:
– ¡Ah doctor! Como que no somos tan mal amansadores, usted y yo. Véale el paso a la Catira, por lo que a mí me corresponde. Que en lo tocante a la obra de usted…
Comentario
Nos demuestra este capítulo, que ya el autor lo titula «Los amansadores», la labor que cada uno realiza en el hato. Con los caballos Carmelito es un artista y en la personalidad, tanto de Lorenzo Barquero como de Marisela, lo que está consiguiendo Santos son adelantos perfectos que están entrando en el camino de la maravilla. Son la alegría de Altamira.
Capítulo III. Los rebullones
Sinopsis
Los rebullones estaban sedientos de sangre. Los pajarracos inventados por Juan Primito, bobo al servicio de las brujerías de doña Bárbara, se estaban alimentando en sus cazuelas extendidas y diseminadas alrededor de su imaginación, repletas de sangre:
…los rebullones eran una especie de materialización de los malos instintos de doña Bárbara, pues había cierta relación entre el género de perversa actividad a que ésta se entregara y el líquido que él les ponía a aquéllos para que aplacaran su sed: sangre, si fraguaba un asesinato; aceite y vinagre, si preparaba un litigio; miel de aricas y bilis de ganado mezcladas, si tendía las redes de sus hechizos a alguna futura víctima.
Juan Primito fue el encargado de llevar la nueva a Luzardo de que al día siguiente, de madrugada, la bribona mujerzuela le esperaría con su gente para que pudiera satisfacer su petición de trabajo y que por lo tanto olvidara su amenaza de acudir a la justicia.
Primito se sentía el novio de Marisela por sus atenciones, cuando ésta era la hija abandonada por las borracheras hilvanadas una tras la otra de su padre, para que pudiera comer los restos de comida de la peonada. Era ella «niña de sus ojos». Cuando lo recibió en el patio de Santos, quedó extasiado por el cambio que había sufrido aquella muchachita salvaje que deambulaba siempre por los campos abandonados donde vivía con su padre.
Dio el encargo de doña Bárbara y se despidió de la muchacha la cual advirtió en la mirada de Primito que estaba preparando a sus pajarracos y con qué. Cuando Juan Primito le confesó «¡con sangre!» ella le despidió de malas maneras de la finca de Santos.
Comentario
Los augurios no son buenos, aparecen personajes siniestros y adictos a la mala fe de Bárbara. Los rebullones, los pájaros que están buscando siempre en el horizonte, Primito los tiene alimentándose con sangre en las cazuelas que expande alrededor de su imaginación y habitáculo. Noticias agoreras para un futuro próximo.
Queda en el ambiente a quien van destinados estos pájaros, que alienta y conserva Juan Primito con la aquiescencia de doña Bárbara.
Capítulo IV. El rodeo
Sinopsis
Fieles a la cita, las dos partidas de peones, capitaneados por doña Bárbara los unos y por Santos Luzardo los otros, se encontraron en el lugar previsto de Mata Oscura para iniciar su rodeo. Cada caporal tenía sus instrucciones y como que la gente de doña Bárbara triplicaba, ya sabían que debían hacer para perjudicar el trabajo previsto. Santos y su hombre Antonio dijeron que se haría como ellos habían propuesto, se repartirían en grupos de cuatro, tres de doña Bárbara y uno de Santos Luzardo, de esta forma prepararían mejor las bestias para ser dirigidas.
Iba a cambiar los planes Balbino Paiba pero le cambiaron los papeles y ni doña Bárbara le permitió continuar pensando en dirigir la operación.
Antonio lo dispuso todo y se empezó una batida en la que a los pocos momentos ya todo El Llano era un trueno de bufidos, quejidos y gritos de los hombres. Cuando parecía que todo estaba resuelto uno de los peones de doña Bárbara – uno de los tres hermanos Mondragón que se llama El Onza – se apeó del caballo simulando apretarle la cincha. En este descuido instigó a un toro bravo que abrió una brecha por donde se lanzaron a seguirle el resto de la manada.
Resultó muerto el Mondragón y tuvieron que apretar las riendas, Santos, Antonio, Carmelito y Pajarote, junto a dos vaqueros de El Miedo. Salieron a parar el barajuste que se organizó y después de una carrera peligrosa, al fin hicieron derribar al toro díscolo. Lo sujetaron y lo caparon ante la admiración de doña Bárbara que no daba crédito a la hazaña de Santos Luzardo.
Después del éxito llanero sostuvieron un amanerado diálogo doña Bárbara y Santos en el que aquella sonriente le dijo:
-¡Ah, llanero bellaco que es usted! y que se le habían olvidado las costumbres de su tierra.
Doña Bárbara pensó que en su obra iba a terminar también dominando a un intelectual y bravo llanero como le estaba saliendo Santos Luzardo.
Comentario
En este primer encuentro entre Santos Luzardo y doña Bárbara se han reunido una bravucona y mala pécora con un hombre que iba a lo suyo y con ciertos aires de malicia y venganza. Los sentimientos de ambos estaban bien valorados.
Ella quería y pretendía poner otra raya en la conquista de hombres. Él, Santos Luzardo, pretendía que aquellas tierras volvieran a ser las que eran, después de haber decidido continuar en la brecha de la defensa de Altamira y desde el momento en que olvidó su pretensión de venderlo.
Capítulo V. Las mudanzas de doña Bárbara
Sinopsis
Bárbara quiere reencontrarse con Santos. La llena y le cambia todos sus sentimientos y su manera de actuar. Todos sus hombres no la reconocen. Hasta ha llegado a desechar su avaricia y convertirse en mujer dadivosa. Un día los llenó de dinero para que festejaran una fiesta.
El sortilegio de lo que sentía ella por Santos Luzardo la apartaba del trabajo y le daba por pasearse horas y horas a caballo por sus tierras, siempre mirando hacia Altamira pero el hombre no aparecía jamás. Pasaban los días y ella esperaba.
Le entraban muchos deseos de hombre, pero en esta ocasión sanos. No como todos los que había tenido hasta entonces que la llenaban de lujuria y de brutalidad, así como del dominio del hombre por la aversión que sentía hacia ellos.
Con su vecino todo era distinto. Había nacido en ella aquel amor puro que sintió por Asdrúbal cuando ella solo tenía quince años. Por fin se presenta Santos de improviso y sin anunciar su visita. Es muy bien recibido pero él la corta inmediatamente para exponerle que el motivo de su presencia allí es bien claro.
Una exigencia y una súplica. La primera es que Santos quiere compartir la empalizada que tenía prevista pero que cree que la deben pagar a medias. Ella lo presiona para saber desde donde la quiere empezar y el mantiene que desde donde se pusieron los lindes. Bárbara dice que de ninguna manera, que se han de poner desde donde estaban antiguamente, antes del juicio.
Santos se sorprende y se niega, ella insiste pero acabará por sellar el documento, entonces él la destroza diciendo que antes de firmar papeles se ha de escuchar su súplica:
– Espere un instante. Le agradezco esa buena disposición que me demuestra porque la ha precedido usted de unas palabras que, sinceramente, me han impresionado; pero ya le había anunciado que eran dos los objetos que perseguía al venir a su casa. En vez de restituirme esas tierras que ya las doy por restituidas, oralmente, haga otra cosa que le agradecería más; devuélvale a su hija las de La Barquereña.
Se rompe todo el embrujo que se había sostenido en el curso de la conversación. Doña Bárbara retorno a su antigua personalidad, sus ojos eran todo fiereza con toda la mala virtud de siempre, preñada por la maldad y con toda la fluidez de su animosidad hacía todo lo que rezumaba hombre. Le dijo que ya sabía que vivía bajo su techo, que Marisela estaba muy bella y que parecía otra persona.
Santos Luzardo fue el que explotó y le dijo ya camino de la puerta y como últimas palabras:
– Vive en mi casa, bajo mi protección, que es una cosa muy distinta de lo que usted ha querido decir – rectificó, con voz vibrante de indignación – Y vive bajo mi protección porque carece de pan, mientras usted es inmensamente rica, como hace poco me ha dicho. Pero yo me he equivocado al venir a pedirle a usted lo que usted no puede dar, sentimientos maternales. Hágase el cargo de que no hemos hablado una palabra, ni de esto ni de nada.
Comentario
Se van descubriendo situaciones de verdadero dramatismo y contradicciones de la misma naturaleza que son motivo de una incipiente lucha contra natura. Una mujer es dadivosa delante del amor y la posesión del hombre y en cambio niega el pan y la sal a una hija que al menos le proporcionó parte de su considerable riqueza. Pero que explicado en clave por Rómulo Gallegos nos formula unas proposiciones vertebrales en la humanidad del campo, donde todo es lícito menos lo que lo parece. Todo se admite, hasta lo irreal, y en cambio lo real se repudia:
…Doña Bárbara se precipitó al escritorio, en cuya gaveta guardaba el revólver cuando no lo llevaba encima; pero alguien le contuvo la mano y le dijo: «No matarás. Ya tú no eres la misma.»
Capítulo VI. El espanto del Bramador
Sinopsis
Los hombres de Santos Luzardo en aquel jueves santo se disponen a acabar con la vida de un caimán, el terror de la cañada que era el más viejo del lugar y al que nunca habían conseguido cazarle. Era el Tuerto del Bramador, el mismo caimán que el día de la llegada de Santos Luzardo intentó matarlo y se le escabulló ileso.
El silencio se hizo total, pues a este no se le podía cazar a base de balas de rifle. Era tan viejo que su piel expulsaba los tiros y había que hacerlo a mano. Disfrazados bajo unas cáscaras de calabaza, llamadas taparas, con agujeros para los ojos estaban escondidos en el agua en aquel momento Pajarote y María Nieves – el más hombre de todos con nombre de mujer. El resultado fue que a los pocos momentos, en toda la ribera del río Arauca, estalló un clamor unánime porque panza arriba se encontraba inmóvil el caimán más temido por la gente ribereña.
Se acababa de batir el espanto del Bramador y de esta manera se irán acabando todas las brujerías de El Miedo.
Comentario
Este lado del río pertenecía a doña Bárbara y ella había prohibido que se atacara a este saurio que el vulgo llamaba el espanto del Bramador. Lo han exterminado porque en aquellas playas el caimán dormitaba después de sus fechorías por aguas y riberas.
Doña Bárbara conocedora de las virtudes de aquel Tuerto del Bramador, prohibió a su gente que fuera exterminado ya que de esta manera defendía para sí todo lo que pudiera llegar a sus lindes sin que la bestia diera buen cuidado. Por lo tanto contribuía a sentirse más protegida.
Capítulo VII. Miel de aricas
Sinopsis
Un corto capítulo donde nos muestra como las nietas de Melesio están comiendo miel de las abejas dichas «aricas», que pueblan los árboles donde ellas conviven en el paso del Algarrobo. Mientras junto a un banco cerca de la mesa están charlando las dos amigas Marisela y Genoveva, la mayor de las nietas, sobre las diversas concepciones de la limpieza y el estudio que las obliga a practicar Santos. Las dos llegan a la conclusión que están enamoradas del doctor.
Pero al mismo tiempo se sienten deprimidas porque creen que el doctor tiene preferencias por una mujer en Caracas llamada Luisana Luján y que en tanto ellas no son otra cosa que:
…pero no se ha hecho la miel para el burro.
Comentario
Por primera vez se nos da a conocer algún detalle caraqueño de Santos, como pone los ojos, siempre según Marisela, cada vez que habla de sus amigas de la capital. Ella descubre que cuando mienta el nombre de una mujer llamada Luisana Luján, se pone de rojo subido y le tiembla la voz.
Y abre caminos para poder comprender que las querencias que echa por la gente de Altamira, no son otra cosa que una proporción de sus grandes sentimientos y de su caballerosidad. Todo un hombre.
Capítulo VIII. Candelas y retoños
Sinopsis
Una asociación de situaciones crea un malestar en el tiempo. Se enciende la candela en Altamira y todos saben y creen que es daño hecho por doña Bárbara despechada. Se encienden fogatas que exterminan la flor de las hierbas y crean un secano floreciente.
Incluso Marisela deja de estudiar y todo es pedir volver a los escombros de su monte. Pero en la cordillera llega el Dios de la lluvia. Los nubarrones invaden el cielo que se torna plomizo y llena de agua todo el llano.
Y en cuanto acabaron, amaneció la sabana toda verde. Desaparecieron las siniestras cenizas y dejaron de funcionar las brujerías calcinantes de doña Bárbara. Marisela volvió a estudiar:
…Y todo fue como los retoños después de las candelas.
Comentario
Todo fue como un milagro. Ni los Mondragones pudieron poner más leña al fuego desde el Macanillal, ni tampoco las malignas evasiones de doña Bárbara pudieron aportar más maldad, que la que hubiera producido si toda su venganza se hubiera convertido en iniquidad. Todo se redujo a fuego consagrado para destruir, pero la lluvia que lanzó sobre Altamira la cordillera, la llenó de retoños que invadieron toda la sabana calmando la sed de venganza, olvidando casi el alcohol por parte de Lorenzo Barquero y todas las iniciativas que desde El Llano querían plagiar los sentimientos de impiedad.
Solo venció la tenacidad de justicia que evocó Santos Luzardo, al que los retoños le dieron la razón:
…Y un día amaneció toda verde.
Capítulo IX. Las veladas de la vaquería
Sinopsis
Es la fiesta después del rodeo para repartirse las reses que en el curso del invierno se han confundido de lugar. Todos los colonos de los contornos mandan a sus mejores hombres para pasar revista a todas las bestias. Hay una escaramuza de Balbino Paiba que pretende quedarse con las de un ganadero que no ha podido estar en la recogida. Él pretende llevárselas pero Santos no lo permite. Rezonga pero no se las lleva.
Después de una jornada de un trabajo atroz, cansado y en la que el cuerpo lleva sólo el café de la madrugada, viene la cena frugal y después de esta el baile o joropo. Se han traído los mejores arpistas y tocadores de la comarca y cada uno escoge pareja. Santos está triste y no baila, tampoco nadie se atreve a sacar a danzar a Marisela.
Se llega al último son y ésta le propone bailar a Pajarote. Él se asusta y ante la mirada cruda de Antonio le dice:
– Eso me queda grande, niña Marisela.
Pero atento a toda la fiesta y a cuanto acontece, Santos le ordena que baile, no sin que antes la muchacha se mordiera los labios. El peón se la llevó en volandas gritándole al arpista:
– Apréciese, Ramón Nolasco, y sacuda bien los capachos, tuerto Ambrosio, que de oro debieran ser. Aquí va el Pajarote con la flor de Altamira, sin tenérselo merecido…
Es tanto su contento que el amo le haya permitido bailar con ella que grita Pajarote:
¡Abran campo, muchachos, abran campo!
Comentario
Son recursos para explicar costumbres y sistemas de conducta del llanero y que no tienen en el contexto de la obra otra determinación que la que se ha propuesto el autor, Rómulo Gallegos.
Demuestra que conoce el ambiente, que lo ha vivido, y pone al corriente al mundo literario todo el énfasis de aquella gente para seguir viviendo a pesar de todos los peligros que le acechan. Es una maravilla poder leer estos fragmentos que te abren las puertas a la vida rural de la Venezuela de aquellos tiempos, nadie como él lo ha sabido expresar con tanta fineza de lenguaje y de relato.
Capítulo X. La pasión sin nombre
Sinopsis
La imaginación de Marisela está a la par con las circunstancias. Que ella está enamorada de Santos lo lleva escrito en la cara. Que proponer a bailar a Pajarote, fue más un ardid para vengarse en el camino de los celos que otra cosa. En un parón de bailes corre a buscar a Genoveva para explicarle que se le ha declarado a Santos:
… me lo quedé mirando y le dije: ¡Antipático!
Así es como pensó que había abierto su corazón a aquel hombre que la tenía prendada. Genoveva fue a buscar a Pajarote para bailar y se quedó sola, mientras, continuó soñando hasta que apareció Santos. Se declararon amor eterno. Pero de todo ello nada sucedió. Era puro producto de la imaginación de la muchacha de la que le costaría despertar. Estaba profundamente enamorada de su protector.
Comentario
Otro capítulo de esta novela, Doña Bárbara, donde el autor hace funcionar los resortes del amor para suavizar los destellos dramáticos que se acercan, o que por otra parte, harán el complemento de los acaecidos. Todo será posible en las habilidades narrativas de Gallegos. Este es un capítulo donde nada importante sucede, es más bien intrascendente desde el punto de vista de la estética novelística.
Dentro de la bravura, la intensidad y la intimidación de su contenido, escenas de este menester hacen que uno se relaje del compendio general que es la avaricia, la muerte y la sinrazón.
Capítulo XI. Soluciones imaginarias
Sinopsis
Peculiar el autor. Dedica toda la atención de este relato a tres asuntos livianos, auténticos y abruptos. Luzardo hace un estudio de posibilidades, que le convenga enamorarse de Marisela. Tienen encima de la mesa tres montañas de papeles de toda clase, pone sobre el primer montón las dos manos y se pregunta, «¿me interesa?» Así sucesivamente con los otros dos, y en los tres casos juzga y asimila las posibilidades, aunque en todas ellas, encuentra soluciones para todos los gustos.
Llega hasta a pensar en sacarla de casa a Marisela para que estudie en casa de unas tías de él en Caracas, para evitar lo que es inevitable ya que ella está enamorada de él. Después de todo un trato consigo mismo, no llega a ninguna conclusión:
…se veía obligado a confesarse que estas reflexiones pesimistas le producían un disgusto especial. (…) En cambio postergando al razonador, le era grato poner, de cuando en cuando, un poco poeta el corazón y repetir aquello de la moneda de oro del avaro – [que es quizá el más idealista de los hombres. La riqueza toda sueños, la seguridad de que nunca se comprará con ella una desilusión.]
Comentario
En todo este capítulo estudia Santos los pros y los contras de las posibilidades que tiene él de enamorarse de Marisela. Las enjuicia de una en una para llegar, en algunos momentos, a considerarse despreciable, y en otros, a que necesita su presencia, para finalizar sin ninguna decisión plausible y con la esperanza de que el tiempo todo lo arreglara.
Capítulo XII. Coplas y pasajes
Sinopsis
Difícil tarea la de reconducir este capítulo por el camino de un criterio literario. Mejor sería contarlo como ciencia natural porque otra cosa no es. Se trata, en unas páginas, de explicar cómo funciona el trabajo del llanero con el cruce de sus animales y de aplicarle unos procedimientos que hace siglos que no varían – la importancia de las queseras, la trascendencia del cruce de las manadas por los ríos, donde los caimanes son el eco del peligro.
Como viven, duermen, sufren, aman y se agitan los hombres que como dijo en su momento Antonio Sandoval:
¡Llanero es llanero, hasta la quinta generación!
Y no hay quien lo cambie. Con todo el escenario que se quiera o ponérselo a su lado o para que sirva para el milagro de su muerte. Todo es naturaleza. Hasta Santos Luzardo, que quería modernizar los sistemas para este año, continúa igual, es más, sólo lo puede transformar quien derriba todos los obstáculos para encontrarse con:
¡Marisela, canto del arpa llanera, la del alma ingenua y traviesa, silvestre como la flor del paraguatán, que embalsama el aire de la mata y perfuma la miel de las aricas!
Comentario
Los patos salvajes, las corocoras, las chusmitas, los gavanes y los gallitos azules, que no habían emigrado acudían a visitar a las viajeras (…) También habían regresado los chicuacos y contaban sus impresiones de viaje…
Lo dicho, clase de historia natural con acento ruralista. Todo se mueve como en vida misma del llanero. Sin misterios, con verdades como la propia naturaleza. Llanero es, porque llanero nació. Por vocación y por sus miedos, por intuición y por sus valentías. En una sola palabra se define, LLANERO…
Capítulo XIII. La Dañera y su sombra
Sinopsis
Debía llegar y arribó. Madre e hija se enfrentan por arte de birlibirloque y magia. La sinrazón de lo irrazonable llega. La brujería se pone al alcance de la niña Marisela. Oye a sus cocineras como cuentan que Juan Primito ha medido a Santos Luzardo. ¿Para qué?:
…mujer que se amarre en la cintura la medida de un hombre, hace con él lo que quiera.
Primito cogió la medida de Santos Luzardo en una larga cuerda y se la fue a llevar a doña Bárbara que era quien se lo había encargado.
Se enteró Marisela, cuando aquel estaba a medio camino de la dañera y le solicitó a Pajarote que la acompañara para darle el valor suficiente de entrar en El Miedo. Éste no se podía negar y cabalgó a su lado hasta la misma puerta de la alquería con la contraseña de que si le hacían algún daño él se presentaría dentro.
Marisela, no sin cierta quemazón espiritual, entró por primera vez en casa de doña Bárbara. En el momento que entró en el comedor, ésta se dirigía con la cuerda maldita a su altar de brujería en la sala contigua.
Sin dar tiempo a reaccionar a doña Bárbara que ya rezaba su oración y declamaba:
– Con dos te miro, con tres te ato: con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo ¡Hombre! Que yo te vea más humilde ante mí que Cristo ante Pilatos.
Cuando iba a colocarse el cordel en la cintura, se abalanzó Marisela sobre ella quitándoselo y destrozando cuanto había de sacrílego en la estancia, mientras exclamó:
– ¡Bruja!
Y fue tan maligna la palabra al oído de la madre que se enzarzaron en una lucha tenaz y brutal, una para recuperar la cuerda y la otra para defenderla. Cuando sonó la voz autoritaria de Santos Luzardo que apareció en aquel momento, cesó la lucha y sólo quedó la mirada siniestra de la malvada Bárbara.
Se quedó sola y postrada, recogió del suelo las imágenes, fetiches y amuletos que Marisela de un manotazo había echado al suelo y se puso a hablar con su invisible y melancólico Socio. Mientras la sombra con quien hablaba a menudo le daba buenos o malos consejos, mientras se iba desvaneciendo y sólo quedaba la soledad total, aún le murmuró:
– Si quieres que él venga a ti, entrega tus obras.
Comentario
Aquí termina la segunda parte y ya quedan lo suficientemente definidas las posturas de los personajes. La animosidad entre madre e hija que es punto crucial de la obra y la posición clara de Santos que desprecia y ni tan siquiera tiene en cuenta a doña Bárbara como mujer, sino como un enemigo a tener en cuenta. También la postura de Altamira que entra en el camino de la prosperidad, fruto del trabajo y de la honradez.